Una de las aspiraciones más grandes para muchos es poder estar libre de juicio
El juicio es la facultad que tenemos como seres humanos para distinguir el bien del mal. El hecho de estar vivos, genera una dualidad en nuestra forma de sentir. En la naturaleza podemos encontrar esta dualidad en todas las formas de expresión. En el universo donde vivimos, todo sucede por si solo sin necesidad de una clasificación.
El juicio no deja de ser una expresión creada por nuestra mente al clasificar las formas en una u otra. Y a partir de esta forma dual hemos creado toda una civilización con unas características singulares en función del entorno en el que nos encontramos.
Hasta aquí el juicio nos permite distinguir entre una y otra forma y por ello nos da la posibilidad de crear diferentes combinaciones. Es como en informática que se generan todas las posibilidades a partir de “0” y “1”. Por ejemplo, lo que nos llega a los ojos en una imagen digital en una pantalla con todos sus cromatismos, no es más que una combinación de ceros y unos.
En la funcionalidad del día a día, estas distinciones nos son muy útiles, pues nos permite movernos por la estructura que nosotros mismos hemos creado.
Esto no funciona de la misma manera cuando hablamos de la persona, del sujeto. Al indagar en lo que somos, más allá de las formas, vemos que no somos ni una cosa ni otra.
La dualidad y el juicio, forman parte de aquello que es creado. Lo que somos no está sujeto a cambios.
Experimentamos con este cuerpo que sí está sujeto a cambios. Nace, crece y muere. Quién se da cuenta de todo este proceso no cambia. Está siempre presente. Y es cuando nos enfocamos en lo que Somos, que el mundo se hace coherente.
Cuando dejamos de alimentar aquello que surge de la construcción mental, nos damos cuenta de quién somos.
Entender el juicio es un punto clave en la auto-indagación para no estar luchando con el mundo ilusorio que surge de nuestra mente.
Cuando de nosotros aparece una forma, en relación con lo que estamos viviendo, siempre hay un examen natural. Nos en favorable o adverso. Y es muy útil para movernos en el espacio/tiempo.
En nuestro fuero interno este espacio/tiempo no sucede de la misma forma y las construcciones no son tan lineales como parece. Nos movemos con mucha información y si le damos fuerza esta se hace más y más grande. No hay diferencia entre un pensamiento u otro, bueno o malo, arriba o abajo. Simplemente crece la forma en la que nos fijamos.
Nos relacionamos con nuestro alrededor y con lo que surge en nuestra mente que siente lo que sucede en este espacio. Mantenernos en quietud nos permite no ser arrastrados por las formas.
Esta quietud no es inmóvil. Es dinámica como la misma vida. Esta quietud la podemos saborear cuando dejamos el “juicio elaborado” y nos abrimos a las posibilidades.
Podemos estar tranquilos, pues mientras no despertemos del todo, siempre tenemos un mecanismo de seguridad que se llama “ética”.
Cuando estamos en nuestro centro del centro, cuando nos damos cuenta de quién somos, vemos que no hay una diferencia entre unos y otros y es por ello que las acciones no se dirigen a dañar a nadie ni a uno mismo. Dejamos el juicio y las etiquetas.
El juicio no es un obstáculo, sí que lo es la elaboración y la fijación de aquello que surge del mental.
Podemos practicar colocándonos en una posición cómoda para nosotros y observamos lo que surge de la mente. No hacemos nada con ello. Por muy placentero o doloroso que pueda ser. No hay nada que hacer. Simplemente dejamos que haga su curso. En esta práctica no estamos intentando solucionar nada, no ponemos voluntad alguna. Dejamos que aquello que sea, haga su curso. Dejamos que aquello que está surgiendo pase a través nuestro.
Al igual que surge se disuelve.
Es muy fácil crear una historia rápida después de un juicio (me gusta o no me gusta). Queremos poner en un entorno aquello que sentimos. Cuando pensamos en otras personas, no sabemos las circunstancias que les lleva a actuar de una forma u otra. Es difícil saberlo de nosotros mismos, imaginad de los otros.
Somos ignorantes del origen real que nos lleva a la acción.
Por un momento, pensemos en ello.
Y volved a intentar generar un “juicio”.
¿Qué sucede?
En la práctica de auto-indagación, sí sentimos una separación en relación con los otros, en relación con el mundo. Es que estamos en un auto-centramiento egoico. Y ello quiere decir que hay identificación con la creación ilusoria de la mente.
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